top of page
  • Foto del escritor: Psicotepec
    Psicotepec
  • 20 jul
  • 2 Min. de lectura

Los padres traen al niño que los molesta. El análisis devuelve al sujeto que los incluye en su propia constitución.


ree

Los padres en el análisis de niños: Entre la demanda parental y el deseo infantil


Los padres llegan al consultorio con la convicción de que conocen el problema. Su hijo "es" agresivo, distraído, retraído, o cualquier etiqueta que transforme el sufrimiento en categoría médica. Como mecánicos del alma, esperan que el analista localice la pieza defectuosa y la reemplace. Traen al niño como prueba material de su fracaso educativo, pero secretamente buscan que alguien confirme que la falla está en el producto, no en la fábrica que lo gestó.


La paradoja emerge brutal: quien articula la demanda no padece el síntoma, mientras quien sufre permanece ajeno a cualquier pedido de ayuda. Es como llevar al médico a alguien por el dolor de cabeza que nos aqueja a nosotros. Los padres solicitan reparar aquello que los confronta con su propia imposibilidad, pero el niño habita un territorio donde el síntoma cumple funciones que desconoce. El consultorio se convierte en el escenario donde se representa un drama de múltiples actos, pero cada protagonista lee un guión diferente.


El marco lacaniano revela que el inconsciente opera como discurso del Otro que circula entre generaciones. No se trata de herencia genética sino de transmisión significante que transforma lo mismo en diferente a través de las épocas. Las palabras dichas antes del nacimiento del niño retornan metamorfoseadas en síntomas corporales. El dispositivo analítico debe establecer una red entre elementos heterogéneos donde consultorios, historias familiares y manifestaciones sintomáticas convergen en una sola gramática inconsciente que excede los límites individuales.


La constelación familiar funciona como matriz generativa que determina las coordenadas subjetivas mucho antes de que el sujeto advenga. Lo que los padres presentan como contingencia individual responde a fórmulas de transformación precisas que conectan las cadenas significantes transgeneracionales. El síntoma infantil no surge de la nada; habla una lengua familiar que traduce conflictos ancestrales en el dialecto particular de cada época. Los padres no son informantes externos sino portadores activos de una transmisión que requiere desciframiento conjunto para que el síntoma encuentre su lugar en la cadena histórica.


La experiencia analítica enseña que trabajar con los padres implica sostener la tensión entre la urgencia de soluciones inmediatas y la temporalidad lógica del inconsciente. El analista debe convertir la resistencia parental en herramienta de trabajo, transformando la demanda de reparación individual en interrogación sobre la transmisión familiar. Cuando emerge el sujeto como asunto colectivo, el síntoma infantil deja de ser problema para convertirse en mensaje cifrado que aguarda desciframiento. La cura no elimina el síntoma; le restituye su dignidad de formación del inconsciente.


Referencias


Peusner, P. (2010). El dispositivo de presencia de padres y parientes en la clínica psicoanalítica lacaniana con niños. Colección Textos Urgentes.


Psicoterapia
60
Reservar ahora

 
 
 
  • Foto del escritor: Psicotepec
    Psicotepec
  • 20 jul
  • 3 Min. de lectura

Los genes explican el color de ojos, no el color del síntoma. La familia se transmite por palabras, no por sangre.


ree

La familia más allá de la biología: Cuando los genes no explican los síntomas.


La familia contemporánea se construye sobre una mentira piadosa: que los lazos de sangre determinan los vínculos psíquicos. Esta creencia, reforzada por el auge de la genética y las pruebas de ADN, convierte a padres y madres en investigadores forenses de la herencia, buscando en cromosomas lo que solo puede encontrarse en la palabra. Como señala Peusner (2006), "la familia humana es una institución" que no tiene "nada que hacer con los intentos filosóficos que proponen reducir la familia humana a un hecho biológico" (p. 91). Sin embargo, consultorio tras consultorio, las familias llegan convencidas de que el problema del niño radica en "los genes del padre" o en "la herencia materna".


La paradoja es demoledora: mientras más se perfeccionan las técnicas de identificación genética, más se evidencia que los síntomas neuróticos no siguen patrones hereditarios. Un niño puede desarrollar fobias que no aparecen en ningún ancestro conocido, o manifestar inhibiciones que contradicen la "personalidad familiar". Los test de paternidad confirman la filiación biológica pero nada revelan sobre por qué ese niño específico desarrolla ese síntoma particular en ese momento preciso. La ciencia que prometía descifrar los misterios de la transmisión familiar termina por revelar su impotencia ante lo singular del sufrimiento humano.


Durkheim (1892) ya había advertido que "la familia conyugal resulta de una contracción de la familia paternal" (p. 35), proceso que redujo la red de parentesco a la unidad mínima: padre, madre e hijos biológicos. Esta contracción coincide históricamente con el desarrollo de la biología moderna, creando la ilusión de que lo más pequeño es lo más verdadero. Pero Lacan (1938) sostiene que "la familia instaura una continuidad psíquica entre las generaciones cuya causalidad es de orden mental" (p. 25). La transmisión que realmente importa en la constitución subjetiva no viaja por la sangre sino por la palabra, no se hereda sino que se inscribe en la estructura significante que precede al nacimiento del niño.


El concepto de "constelación familiar" que desarrolla Lacan (1953) permite pensar esta transmisión más allá de los límites biológicos. Como afirma en "El mito individual del neurótico", se trata de "las relaciones familiares fundamentales que han presidido el encuentro de sus parientes, aquello que los llevó a unirse" (p. 42). Esta constelación incluye no solo a los progenitores biológicos sino a todas las figuras que participaron en el drama familiar: el amigo que prestó dinero al padre, la mujer abandonada por la madre, las deudas no saldadas, las promesas incumplidas. El niño nace en medio de esta trama significante y responde a ella con su síntoma, traduciendo en su cuerpo los conflictos no resueltos de generaciones anteriores.


La experiencia analítica con niños revela constantemente esta verdad incómoda: los síntomas más perturbadores emergen precisamente allí donde la explicación biológica fracasa. El niño que desarrolla un ritual obsesivo reproduce la estructura de una deuda familiar que nadie le transmitió conscientemente, pero que habita en los silencios y las medias palabras de los adultos. Su cuerpo se convierte en el teatro donde se representa un drama anterior a su existencia, confirmando que la filiación verdadera es simbólica antes que genética.


Referencias


Peusner, P. (2006). Fundamentos de la clínica psicoanalítica lacaniana con niños. JVE Editor.

Peusner, P. (2009). El sufrimiento de los niños (2ª ed.). JVE Editor.


Psicoterapia
60
Reservar ahora

 
 
 
  • Foto del escritor: Psicotepec
    Psicotepec
  • 20 jul
  • 2 Min. de lectura

El niño que no puede sufrir su neurosis tranquilo, la sufrirá para siempre intranquilo.


ree

El sufrimiento que no se medica: Cuando los niños hablan con sus síntomas.


Los niños contemporáneos sufren en tiempos de medicación masiva. Cada berrinche puede convertirse en trastorno de conducta, cada distracción en déficit atencional, cada tristeza en depresión infantil. Los adultos, armados con manuales diagnósticos y esperanzas farmacológicas, buscan desesperadamente silenciar lo que Peusner (2009) denomina "el sufrimiento de los niños" (p. 17). Pero este sufrimiento no es una patología a eliminar sino una estructura a descifrar, no un síntoma a medicar sino una palabra a escuchar.


La paradoja de nuestra época radica en que mientras más recursos tenemos para aliviar el sufrimiento infantil, menos toleramos su presencia. Los padres llegan al consultorio pidiendo la píldora mágica que devuelva la tranquilidad al hogar, como si el síntoma del niño fuera un accidente técnico corregible con la intervención adecuada. Sin embargo, como señala Peusner (2009), el sufrimiento porta un "equívoco gramatical" fundamental: los niños sufren pero también hacen sufrir (p. 17). Esta doble vertiente revela que el síntoma infantil no es un fenómeno aislado sino una formación que involucra a toda la constelación familiar.


El concepto de "sufrimiento de los niños" que desarrolla Peusner (2009) permite pensar la especificidad temporal de la infancia sin reducirla a un déficit o inmadurez. Se trata de un tiempo particular donde "la actualidad de un goce sexual localizado en el cuerpo" convive con "la anterioridad que éste supone en tanto no hay disponibilidad para su uso en relación al Otro" (p. 20). El niño puede pero debe esperar, dispone de un cuerpo sexuado pero carece de los medios simbólicos para ponerlo en juego con efectividad. Esta tensión temporal genera lo que podríamos llamar una "economía del diferimiento" que estructura toda la experiencia infantil.


La Organización Genital Infantil funciona como una "demanda de trabajo al aparato psíquico" (Peusner, 2009, p. 54) que pone en movimiento lo que el autor denomina "maquinaria permutativa". Las escenas que el niño despliega en su juego, sus dibujos, sus relatos y sus síntomas no son manifestaciones caóticas sino elaboraciones sistemáticas de esta cantidad que exige tramitación. Como afirma Peusner (2009), "las permutaciones no son infinitas, es decir, admiten un factorial" (p. 52), lo que significa que el sufrimiento infantil tiene estructura y, por tanto, final.


La clínica actual revela una paradoja inquietante: los niños que más sufren son aquellos a quienes se les impide sufrir. Cuando los adultos interrumpen prematuramente la elaboración sintomática mediante medicación o intervenciones conductuales, el aparato psíquico queda privado de sus recursos naturales de tramitación. El síntoma no desaparece sino que se cronifica, se desplaza o retorna bajo formas más complejas. La experiencia analítica enseña que el sufrimiento infantil no se cura sino que se analiza, no se elimina sino que se despliega hasta encontrar su punto de resolución estructural.


Referencias


Peusner, P. (2006). Fundamentos de la clínica psicoanalítica lacaniana con niños. JVE Editor.

Peusner, P. (2009). El sufrimiento de los niños (2ª ed.). JVE Editor.


Psicoterapia
60
Reservar ahora

 
 
 
bottom of page