- Psicotepec

- 5 nov
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La felicidad sin fricción es el cementerio del deseo. Necesitamos la brecha entre lo que somos y lo que anhelamos. Ahà late la vida.

La brecha necesaria.
Vivimos persiguiendo el ajuste perfecto: que lo real coincida con lo deseado. Pero esa coincidencia, de lograrse, serÃa nuestra muerte psÃquica. La tensión entre aspiración y realidad no es un defecto a corregir sino el oxÃgeno del pensamiento. Sin brecha no hay pregunta. Sin pregunta no hay sujeto.
El deseo funciona como el hambre que nunca se sacia definitivamente. Comemos y volvemos a tener hambre, pero el objeto del deseo es más escurridizo: cuando lo alcanzamos, descubrimos que querÃamos otra cosa. Esta paradoja no señala fracaso sino estructura. Somos animales que transforman necesidad en deseo, instinto en pregunta. Esa transformación nos condena a la insatisfacción, pero también nos regala la capacidad de modificar lo dado.
La clÃnica contemporánea recibe sujetos anestesiados por haber eliminado toda fricción. Han optimizado la vida hasta volverla insÃpida. El sÃntoma ya no es el sufrimiento excesivo sino su ausencia: la vida sin tensión es muerte lenta.


