- Psicotepec

- 20 jul
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Los niños no necesitan que los entendamos; necesitan que entendamos que ellos entienden todo.

El niño que no retrocede ante el analista: Fundamentos de una clínica Imposible.
Los niños no piden análisis, no pagan sesiones y no respetan encuadres. Llegan al consultorio de la mano de adultos angustiados que esperan que el especialista "arregle" lo que la familia no puede controlar. Sin embargo, estos pequeños sujetos, aparentemente vulnerables e indefensos, poseen una capacidad extraordinaria para exponer la impostura de quienes pretenden educarlos. Como señala Peusner (2009), la clínica psicoanalítica lacaniana con niños se funda en un axioma paradójico: "no retroceder ante la psicosis" tiene su correlato en "no retroceder ante la infancia" (p. 86).
La paradoja contemporánea es devastadora: mientras los adultos desarrollan teorías cada vez más sofisticadas sobre el desarrollo infantil, los niños se vuelven progresivamente más enigmáticos. Los manuales de crianza se multiplican al mismo ritmo que los trastornos del comportamiento, las técnicas educativas se perfeccionan mientras las aulas se vuelven ingobernables. Cada nueva teoría sobre la mente infantil parece alejar más a los adultos de la comprensión real de lo que un niño experimenta. Es como si el saber acumulado funcionara como un muro entre generaciones, convirtiendo la infancia en un territorio extranjero para quienes alguna vez lo habitaron.
La propuesta de Peusner (2009) introduce una perspectiva radical: el niño no es un adulto en formación sino un sujeto que habita una estructura temporal específica. Su concepto de "sufrimiento de los niños" articula "la actualidad del goce sexual localizado en el cuerpo" con "la anterioridad temporal" que impide su uso efectivo (p. 20). Esta tensión entre poder y deber, entre disposición corporal y prohibición simbólica, genera lo que podríamos llamar una "economía libidinal del diferimiento" que caracteriza toda la experiencia infantil y que debe ser reconocida como tal por el analista.
El trabajo clínico revela que los niños poseen una relación privilegiada con lo imposible. Mientras los adultos desarrollan elaboradas defensas contra el encuentro con la castración, los niños la enfrentan cotidianamente a través de sus limitaciones corporales, sus dependencias estructurales y sus impotencias manifiestas. Peusner (2009) muestra que "el sufrimiento de los niños se analiza" (p. 36), lo que implica que no se trata de un estado a superar sino de una estructura a desplegar. La maquinaria permutativa que ponen en juego mediante sus juegos, relatos y síntomas constituye una verdadera elaboración teórica sobre los enigmas fundamentales de la existencia.
La experiencia analítica demuestra que los niños son los mejores analistas de sus propias familias. Detectan las fallas en el discurso adulto con precisión quirúrgica, exponen las contradicciones parentales sin piedad alguna y señalan las zonas de impostura con una eficacia que ningún profesional podría igualar. Su síntoma funciona como una interpretación viviente de los conflictos familiares no resueltos, convirtiendo su cuerpo en un texto que revela verdades que los adultos prefieren ignorar. El analista que trabaja con niños no educa ni corrige: aprende a leer lo que ya está escrito en la gramática sintomática de cada pequeño sujeto.
Referencias
Peusner, P. (2006). Fundamentos de la clínica psicoanalítica lacaniana con niños. JVE Editor.
Peusner, P. (2009). El sufrimiento de los niños (2ª ed.). JVE Editor.


