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  • Foto del escritor: Psicotepec
    Psicotepec
  • 14 ene
  • 1 Min. de lectura

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Existe una forma sutil de dominación que se disfraza de entrega absoluta: convertir la propia disponibilidad en una cadena que ata al otro. El sujeto que se hace imprescindible no está dando, está capturando. Bajo la máscara de la generosidad infinita, se esconde una estrategia de control que convierte la dependencia del otro en justificación de la propia existencia.


Esta posición sacrificial no solo asfixia al otro sino que funciona como una resistencia contra el propio devenir. Al construir nuestra identidad alrededor de ser indispensables para otros, erigimos una fortaleza contra nuestro propio desarrollo. Las limitaciones que nos imponemos, disfrazadas de virtud y sacrificio, se convierten en obstáculos no solo para nuestro crecimiento sino para la libertad de quienes decimos amar.


La verdadera disponibilidad paradójicamente requiere la capacidad de no ser necesario. Solo cuando renunciamos a la fantasía de ser imprescindibles, cuando asumimos el riesgo de ser prescindibles, podemos realmente estar presentes para el otro sin convertir nuestra presencia en una prisión. Ser uno mismo implica permitir que el otro también lo sea.


 
 
 
  • Foto del escritor: Psicotepec
    Psicotepec
  • 13 ene
  • 1 Min. de lectura

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La risa verdadera no es simplemente una válvula de escape emocional, como nos quiere hacer creer la industria del entretenimiento. Es un acontecimiento que sacude los cimientos mismos de nuestra construcción subjetiva. En ese instante de pérdida de control, cuando la risa nos posee, algo de nuestras certezas más arraigadas se tambalea. El yo racional, ese que creemos gobernar, se revela en su precariedad.


Este momento de insurgencia corporal contra nuestras defensas habituales tiene algo de revelador: nos muestra que no somos quienes creemos ser. La risa auténtica rompe con la ilusión de autocontrol, con la fantasía de coherencia que sostiene nuestra imagen. Es un recordatorio involuntario de que hay algo en nosotros que escapa a nuestro dominio, que se rebela contra nuestros intentos de mantener una fachada de seriedad y control.


Por eso la risa verdadera tiene algo de revolucionario: no solo desafía el orden social establecido, sino que subvierte nuestro propio orden interno. En ese instante de abandono al goce de la risa, somos momentáneamente liberados de la tiranía de nuestras identificaciones, de nuestros roles asumidos, de nuestras máscaras cotidianas.


 
 
 
  • Foto del escritor: Psicotepec
    Psicotepec
  • 13 ene
  • 1 Min. de lectura

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La clínica psicoanalítica se constituye como algo radicalmente distinto a un consultorio donde se diagnostica y prescribe. Es, ante todo, un espacio donde la palabra puede desplegarse en su verdad más íntima, donde el sufrimiento encuentra un lugar para decirse, más allá de las etiquetas y categorías preestablecidas. No es un espacio que promete curar el malestar, sino uno que permite habitarlo de una manera diferente, darle voz, encontrarle sentido.


Este espacio de escucha no discrimina por edad ni por tipo de sufrimiento. Desde el niño que dibuja su angustia hasta el adolescente que actúa su malestar, desde el adulto que no puede nombrar su dolor hasta el anciano que busca reconciliarse con su historia - cada uno encuentra aquí la posibilidad de articular su verdad a su manera, en su tiempo, con sus propias palabras. La escucha analítica se adapta a cada momento vital sin perder su esencia.


Lo que hace único a este espacio es precisamente su capacidad de acoger la singularidad de cada hablan-ser. No hay protocolos estandarizados ni respuestas prefabricadas. Hay un lugar donde la palabra puede resonar, donde el síntoma puede descifrarse, donde el sufrimiento puede transformarse en saber sobre uno mismo. Es un espacio que no promete felicidad, sino la posibilidad de encontrar una verdad propia en el decir.


 
 
 
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