La trampa de la indispensabilidad
- Admin
- 14 ene
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Existe una forma sutil de dominación que se disfraza de entrega absoluta: convertir la propia disponibilidad en una cadena que ata al otro. El sujeto que se hace imprescindible no está dando, está capturando. Bajo la máscara de la generosidad infinita, se esconde una estrategia de control que convierte la dependencia del otro en justificación de la propia existencia.
Esta posición sacrificial no solo asfixia al otro sino que funciona como una resistencia contra el propio devenir. Al construir nuestra identidad alrededor de ser indispensables para otros, erigimos una fortaleza contra nuestro propio desarrollo. Las limitaciones que nos imponemos, disfrazadas de virtud y sacrificio, se convierten en obstáculos no solo para nuestro crecimiento sino para la libertad de quienes decimos amar.
La verdadera disponibilidad paradójicamente requiere la capacidad de no ser necesario. Solo cuando renunciamos a la fantasía de ser imprescindibles, cuando asumimos el riesgo de ser prescindibles, podemos realmente estar presentes para el otro sin convertir nuestra presencia en una prisión. Ser uno mismo implica permitir que el otro también lo sea.
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