top of page
  • Foto del escritor: Psicotepec
    Psicotepec
  • 3 may
  • 1 Min. de lectura

La verdadera disfunción no está en el pene que cae sino en una cultura que exige permanente erección como prueba de existencia subjetiva.


ree

Erecciones sin deseo


Los jóvenes toman píldoras azules para sostener encuentros donde sus cuerpos ya no escuchan lo que desean. Buscan órganos infatigables mientras sus mentes se alejan de la escena erótica. Paradójicamente, cuanto más garantizan la potencia física, más evidencian su impotencia subjetiva para habitar el encuentro con lo imprevisible del otro.


El Viagra opera como ortopedia del deseo en tiempos donde la sexualidad ha mutado de experiencia a performance. Esta transformación revela la inversión perversa del mandato freudiano: ya no reprimimos lo sexual para sostener la cultura sino que medicalizamos el sexo para cumplir con el imperativo contemporáneo del goce obligatorio. El éxito farmacológico es síntoma de fracaso simbólico.


La clínica contemporánea recibe sujetos que confunden erotismo con hidráulica. Sus cuerpos químicamente modificados ejecutan actos perfectos que no les conciernen subjetivamente. El analista enfrenta la tarea de ayudarles a reconectar con la dimensión deseante que han tercerizado a la industria farmacéutica, restituyendo la dignidad de un deseo que incluya la posibilidad de intervalos, fallos y singularidades.


Psicoterapia
60
Reservar ahora



 
 
 

Actualizado: 21 jul

Nuestra hambre de conocimiento garantiza nuestra hambruna. Es la pregunta incómoda, no la búsqueda obediente, la que hace florecer el jardín del saber.


ree

La paradoja del saber: Cuando el deseo obstaculiza el conocimiento (1/5)


El deseo de saber funciona precisamente como obstáculo para el conocimiento. Quien busca apasionadamente la verdad raramente la encuentra, mientras quien la cuestiona incesantemente tropieza con ella sin buscarla. Esta economía perversa del conocimiento opera silenciosamente en nuestras instituciones educativas: estudiantes desesperados por aprobar exámenes memorizan sin comprender, mientras el cuestionamiento rebelde produce inadvertidamente descubrimientos genuinos. El verdadero amo, aquel que ocupa el lugar del poder, nunca aspira al conocimiento – simplemente quiere que el mecanismo funcione sin preguntarse cómo.


La paradoja central es que el saber surge precisamente donde no se lo convoca directamente. Como el insomnio que se intensifica con el deseo desesperado de dormir, el conocimiento se escabulle ante la persecución frontal mientras se entrega a quien lo cuestiona lateralmente. La histérica no busca saber – busca desestabilizar las certezas del amo, y en ese movimiento subversivo produce involuntariamente un excedente de conocimiento. La universidad captura este excedente, lo domestica y lo convierte en curriculum, ocultando su origen tumultuoso.


El analista comprende que su intervención no debe responder a la demanda explícita de conocimiento del analizante, sino provocar el cuestionamiento histérico que produce saber genuino. Cuando el paciente pregunta "¿qué significa mi síntoma?", no busca realmente una respuesta sino una confirmación de su fantasía. La maniobra analítica consiste precisamente en frustrar esta demanda de saber prefabricado, instaurando en su lugar un deseo de cuestionamiento que socave las identificaciones estables con el diagnóstico. Solo en este espacio de incertidumbre cultivada florece la verdad subjetiva que ninguna voluntad consciente podría producir.


Referencias


Lacan, J. (2008). El seminario de Jacques Lacan, libro XVII: El reverso del psicoanálisis. Paidós.


Psicoterapia
60
Reservar ahora

 
 
 

Actualizado: 21 jul

Nuestra hambre de conocimiento es hambre de otra cosa. En cada libro que devoramos late un cuerpo que goza sin nuestro permiso consciente.


ree

La economía libidinal: Cuando el saber produce goce (2/5)


El saber nunca es inocente: siempre trafica secretamente con el goce. Cuando el académico acumula conocimientos, cuando el experto despliega teorías, cuando el médico diagnostica, se produce algo más que información – se destila un excedente de satisfacción. Este plus-de-goce circula invisiblemente en toda relación pedagógica como la electricidad estática antes de la tormenta. La universidad, ese templo contemporáneo del saber, funciona simultáneamente como una refinería de goce que extrae, procesa y distribuye satisfacciones no reconocidas bajo la coartada de la objetividad científica.


La paradoja central es que cuanto más creemos separar el conocimiento "puro" del cuerpo y sus pulsiones, más intensamente opera esta economía libidinal clandestina. El científico que proclama la neutralidad de su mirada experimenta precisamente en esa proclamación un goce específico – el placer narcisista de creerse exceptuado del deseo. Como el capitalista que oculta la extracción de plusvalía tras la apariencia del intercambio justo, el discurso del saber enmascara su parasitismo sobre el cuerpo gozante bajo la ficción de la transparencia racional.


El analista sabe que toda demanda de interpretación esconde una demanda de goce. Cuando el analizante suplica "explíqueme qué me pasa", solicita simultáneamente un saber y una satisfacción – quiere gozar de ser comprendido. La intervención analítica frustra deliberadamente esta captura del saber como instrumento de goce; devuelve al sujeto no un conocimiento tranquilizador sino las coordenadas de su propia división, no una respuesta sino una pregunta más precisa sobre qué satisfacción obtiene exactamente de su ignorancia obstinada.


Referencias


Lacan, J. (2008). El seminario de Jacques Lacan, libro XVII: El reverso del psicoanálisis. Paidós.


Psicoterapia
60
Reservar ahora

 
 
 
bottom of page