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    Psicotepec
  • 20 jul
  • 1 Min. de lectura

Dioses deportivos que prometen superar la castración mediante tecnología de calzado.


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Publicidad como superyó.


Las marcas deportivas fabrican mandamientos más eficaces que cualquier religión tradicional. "Impossible is Nothing" no es slogan sino imperativo categórico que reescribe la condición humana: donde antes había límites estructurales, ahora debe haber rendimiento infinito. Adidas vende zapatillas pero entrega cosmogonías completas, universos simbólicos donde la imposibilidad misma se convierte en obsolescencia técnica superable con el producto correcto.


Esta operación revela el genio perverso del capitalismo tardío: convertir la falta constitutiva en deficiencia corregible mediante consumo. Lo que el psicoanálisis identifica como castración estructural—esa imposibilidad que nos constituye como sujetos deseantes—el marketing lo reformula como problema de equipamiento insuficiente. Nike promete "Just do it" donde la experiencia humana enseña "Just can't do it all". Las marcas ocupan el lugar vacío del Nombre-del-Padre, legislando sobre posibilidades y límites.


El resultado es una generación que vive bajo mandatos publicitarios más tiránicos que cualquier padre tradicional. Estos nuevos superyós no prohíben, sino que exigen: exigen rendimiento, exigen satisfacción, exigen la trascendencia de toda limitación. Paradójicamente, la promesa de libertad total produce esclavitudes más sofisticadas, donde fracasar en ser omnipotente se vivencia como un defecto personal, más que como una condición universal.


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  • 20 jul
  • 2 Min. de lectura

"Los que pierden ganan": cuando un niño dice lo imposible, nos está regalando la estructura completa de su verdad.


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Échantillon: La muestra que revela el todo.


Un niño de siete años dice: "Los que pierden ganan". Su analista no lo corrige; escucha la lógica imposible que habita detrás de estas palabras. En esa frase aparentemente contradictoria reside toda una teoría del juego, de la familia, del lugar que ocupa en el deseo del Otro. Un échantillon —una muestra— que contiene la estructura completa del caso (Peusner, 2006, p. 68).


La paradoja fundamental: aquello que parece más insignificante puede ser lo más revelador. Mientras los adultos buscan coherencia, los niños ofrecen muestras de verdad en estado bruto. "¡Mirá, una araña!", grita otro niño durante la sesión, sabiendo perfectamente que no hay araña alguna. El analista que responde "¿Dónde?" y se da vuelta a mirar ha entendido que la verdad no reside en la exactitud factual sino en la posición enunciativa (p. 71).


Peusner (2006) propone que "la clínica psicoanalítica lacaniana con niños exige una teoría del sujeto que rechace el campo que, según Lacan, parece indispensable para la respiración mental del hombre moderno" (p. 23). Esto implica abandonar la lógica aristotélica que exige que algo no pueda ser y no ser al mismo tiempo. En el lenguaje infantil, los que pierden pueden ganar, y una araña inexistente puede convocarnos más poderosamente que cualquier realidad verificable.


La intervención analítica se apoya en la capacidad de leer estas muestras sin reducirlas a síntomas o déficits evolutivos. Cuando la analista responde "vos me lo decís y yo te creo" ante el relato de la araña invisible, está instalando la dimensión del lenguaje por encima de la contrastación empírica. No se trata de aceptar cualquier delirio sino de reconocer que en la clínica con niños opera una lógica diferente donde lo imposible puede ser la vía regia hacia la verdad del sujeto (Peusner, 2006, p. 72).


La experiencia analítica nos enseña que cada fragmento contiene el todo, que en cada échantillon se despliega la estructura completa del caso. El analista aprende a leer en lo pequeño la marca de lo grande, en lo aparentemente absurdo la lógica del inconsciente.


Referencias


Peusner, P. (2006). Fundamentos de la clínica psicoanalítica lacaniana con niños: De la interpretación a la transferencia. Letra Viva.


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  • 20 jul
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Actualizado: 13 sept

Los niños nos enseñan el secreto: las palabras más verdaderas se dicen hacia nadie en particular.


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Hablar à la cantonade: La soledad acompañada del sujeto.


Los niños hablan hacia nadie en particular pero necesitan que alguien esté presente. En el avión, mi hijo de cuatro años desplegaba todo un universo sonoro jugando con un vasito descartable, aparentemente solo pero dirigiéndose a una audiencia invisible que incluía a todos los pasajeros que lo escuchábamos. Hablaba à la cantonade: hacia los bastidores del teatro, simulando no dirigirse precisamente a nadie (Peusner, 2006, p. 120).


Este lenguaje que parece egocéntrico es, en realidad, profundamente social. Piaget se equivocó al llamarlo "monólogo": ningún discurso es para sí mismo. Los niños hablan para un "buen entendedor" que debe estar ahí, presente, aunque no sea interpelado directamente. Como en el teatro, donde el actor se dirige a los bastidores sabiendo que hay alguien escuchando detrás del decorado.


Lacan (citado en Peusner, 2006) señala que "el niño, en ese famoso discurso, que se puede grabar, no habla para él, como se dice" (p. 120). La estructura del à la cantonade requiere la presencia del Otro sin la exigencia de respuesta inmediata. Es un "a buen entendedor, salud": quien tenga oídos para escuchar, que escuche. El analista debe posicionarse como ese buen entendedor que habilita la palabra sin apropiársela.


Esta modalidad enunciativa revela algo esencial sobre el inconsciente: está estructurado como un lenguaje que se dirige a un Otro que no coincide con ninguna persona particular. Cuando el analizante asocia libremente, habla à la cantonade hacia el "fantasma del recuerdo, al testigo de la soledad, a la estatua del deber, al mensajero del destino" (Peusner, 2006, p. 124). La transferencia se constituye en este espacio ambiguo donde las palabras encuentran su destinatario sin saber exactamente quién es.


La experiencia analítica nos enseña que la palabra más auténtica surge cuando dejamos de calcular a quién hablamos. El consultorio se transforma en esos bastidores teatrales donde podemos desplegar nuestros monólogos más verdaderos, sabiendo que hay alguien presente sin la presión de dirigirnos específicamente a él.


Referencias


Peusner, P. (2006). Fundamentos de la clínica psicoanalítica lacaniana con niños: De la interpretación a la transferencia. Letra Viva.


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