La soledad acompañada del sujeto.
- Psicotepec

- 20 jul
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Actualizado: 13 sept
Los niños nos enseñan el secreto: las palabras más verdaderas se dicen hacia nadie en particular.

Hablar à la cantonade: La soledad acompañada del sujeto.
Los niños hablan hacia nadie en particular pero necesitan que alguien esté presente. En el avión, mi hijo de cuatro años desplegaba todo un universo sonoro jugando con un vasito descartable, aparentemente solo pero dirigiéndose a una audiencia invisible que incluía a todos los pasajeros que lo escuchábamos. Hablaba à la cantonade: hacia los bastidores del teatro, simulando no dirigirse precisamente a nadie (Peusner, 2006, p. 120).
Este lenguaje que parece egocéntrico es, en realidad, profundamente social. Piaget se equivocó al llamarlo "monólogo": ningún discurso es para sí mismo. Los niños hablan para un "buen entendedor" que debe estar ahí, presente, aunque no sea interpelado directamente. Como en el teatro, donde el actor se dirige a los bastidores sabiendo que hay alguien escuchando detrás del decorado.
Lacan (citado en Peusner, 2006) señala que "el niño, en ese famoso discurso, que se puede grabar, no habla para él, como se dice" (p. 120). La estructura del à la cantonade requiere la presencia del Otro sin la exigencia de respuesta inmediata. Es un "a buen entendedor, salud": quien tenga oídos para escuchar, que escuche. El analista debe posicionarse como ese buen entendedor que habilita la palabra sin apropiársela.
Esta modalidad enunciativa revela algo esencial sobre el inconsciente: está estructurado como un lenguaje que se dirige a un Otro que no coincide con ninguna persona particular. Cuando el analizante asocia libremente, habla à la cantonade hacia el "fantasma del recuerdo, al testigo de la soledad, a la estatua del deber, al mensajero del destino" (Peusner, 2006, p. 124). La transferencia se constituye en este espacio ambiguo donde las palabras encuentran su destinatario sin saber exactamente quién es.
La experiencia analítica nos enseña que la palabra más auténtica surge cuando dejamos de calcular a quién hablamos. El consultorio se transforma en esos bastidores teatrales donde podemos desplegar nuestros monólogos más verdaderos, sabiendo que hay alguien presente sin la presión de dirigirnos específicamente a él.
Referencias
Peusner, P. (2006). Fundamentos de la clínica psicoanalítica lacaniana con niños: De la interpretación a la transferencia. Letra Viva.




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