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  • 13 may
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Actualizado: 29 may

Consultamos expertos para que confirmen lo que ya decidimos. La medicina moderna: validación técnica de autodiagnósticos imaginarios.


Médicos sin pacientes


Los síntomas modernos transforman la estructura misma de la medicina: ya no encontramos personas enfermas buscando tratamiento sino sujetos saludables exigiendo optimización. La nueva epidemia consiste en individuos que no toleran estados imperfectos y que rechazan categóricamente cualquier sensación que no coincida con su ideal de funcionamiento perfecto.


El modelo tradicional de diagnóstico y tratamiento se desmorona cuando el paciente llega con exigencias precisas y conocimientos técnicos sobre sus estados internos. Paradoja central de nuestra época: cuanto más instrumentos diagnósticos desarrollamos, menos autoridad conserva quien debería interpretarlos. Como quien contrata arquitectos para seguir exactamente los planos que él mismo ha dibujado previamente.


La clínica contemporánea recibe sujetos que no buscan comprensión sino certificación de un autodiagnóstico ya establecido. El verdadero desafío terapéutico no consiste en resolver el síntoma sino en reinstalar la pregunta que este síntoma pretende silenciar. ¿Cómo transformar demandas de soluciones técnicas en interrogantes sobre la posición existencial que hace necesarias esas soluciones?




 
 
 
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  • 13 may
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La dictadura del placer nos exige felicidad constante mientras produce tristeza masiva. Somos prisioneros sonrientes de nuestra propia libertad.


Placer sin límites


Todo lo estable se derrumba cuando el placer excesivo se vuelve brújula de la existencia. Matrimonios, familias e incluso cuerpos se transforman bajo este nuevo mandato social: "¡disfruta a toda costa!". En este paisaje de intensidades fugaces, lo colectivo se desvanece mientras perseguimos satisfacciones inmediatas que nunca sacian el hambre que pretenden calmar.


La contradicción es reveladora: cuantas más opciones de disfrute tenemos disponibles, menos capacidad para experimentar satisfacción duradera desarrollamos. El mercado abastece infinitamente nuestros apetitos mientras nuestros vínculos —aquello que verdaderamente nutre— se diluyen como azúcar en agua. La abundancia material alimenta nuestra pobreza simbólica.


La clínica contemporánea acoge a personas agotadas por esta persecución interminable. Ya no sufren por prohibiciones sino por la permisividad absoluta; no por represión sino por la angustia de tener que disfrutar siempre. El consultorio se convierte en el último espacio donde el malestar puede expresarse sin ser inmediatamente medicado con más consumo.



 
 
 
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  • 13 may
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Drogamos el cuerpo para silenciar lo que no sabemos escuchar. La química: puntuación provisional para textos biológicos que nadie enseñó a leer.


Química del silencio


Cuerpos que hablan idiomas que sus propios dueños desconocen. Donde las palabras fracasan, el dolor físico construye catedrales de síntomas precisos y ordenados que ningún diccionario traduce. Buscamos en fármacos y sustancias los intérpretes para este monólogo incomprensible que emerge desde territorios anteriores al lenguaje.


El sufrimiento psíquico sin representación simbólica se materializa en carne dolorida, tejidos inflamados, órganos que protestan. Paradójicamente, cuanto más sofisticados nuestros diagnósticos médicos, menos comprendemos estos jeroglíficos corporales. Como arqueólogos frente a inscripciones de civilizaciones extintas, acumulamos datos mientras el significado profundo permanece sellado tras muros impenetrables.


La clínica contemporánea recibe estos cuerpos que sufren en dialectos pre-verbales. El verdadero desafío no consiste en silenciar síntomas sino en desarrollar gramáticas nuevas donde el dolor encuentre traducción sin recurrir a químicas que enmudecen la pregunta. Entre la medicina que medica y el psicoanálisis que escucha, estos pacientes buscan quien pueda leer las partituras escritas en sus células.



 
 
 
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