top of page

El capitalismo no manipula nuestros deseos: simplemente instala escaparates estratégicos frente a nuestros vacíos más íntimos. Nosotros hacemos el resto.


ree

El capitalismo tardío ha perfeccionado la alquimia de transformar objetos materiales en promesas de plenitud. Cada nuevo dispositivo, cada vacación instagrameable, cada actualización de estatus se presenta como el objeto definitivo que colmará finalmente el vacío. Pero el sistema requiere precisamente que ningún objeto cumpla realmente esta promesa; necesita que cada satisfacción revele inmediatamente su insuficiencia. El smartphone recién adquirido pierde su brillo en el momento exacto en que se anuncia el siguiente modelo, reproduciendo en escala social la misma economía insatisfecha que estructura nuestro deseo inconsciente.


La paradoja central es que este sistema no nos engaña contra nuestra voluntad sino con nuestra complicidad activa. Sabemos perfectamente que el próximo objeto tampoco nos completará, pero actuamos como si lo ignoráramos. Este "como si" constituye precisamente la ideología en su forma más pura: no un engaño sobre la realidad sino sobre nuestro propio deseo. Continuamos comprando, no porque creamos realmente en la promesa, sino porque el ritual mismo del consumo produce un excedente de satisfacción en la renovación perpetua de la esperanza.


El analizante contemporáneo aparece frecuentemente atrapado en esta rueda de hámster del consumo, confundiendo los síntomas de su malestar con problemas de adquisición insuficiente. "Cuando consiga ese ascenso", "cuando encuentre la pareja perfecta", "cuando alcance cierto reconocimiento"—siempre un objeto más que promete falsamente taponar la falta constitutiva. El trabajo clínico consiste precisamente en revelar cómo esta lógica social ha colonizado el espacio más íntimo del deseo, transformando la falta estructural en una serie interminable de objetos concretos permanentemente insuficientes.


Psicoterapia
60
Reservar ahora

 
 
 

Nuestro síntoma es nuestro amante más fiel: prometemos abandonarlo mientras secretamente preparamos el próximo encuentro clandestino con su doloroso placer.


ree

El síntoma no persiste por simple inercia sino por la satisfacción secreta que otorga. Cada patrón repetitivo que causa sufrimiento consciente produce simultáneamente un excedente de placer inconsciente, como esa copa adicional que el alcohólico se promete será la última mientras ya anticipa la siguiente. La persona que sabotea sistemáticamente sus relaciones, quien reincide en parejas que la maltratan, o quien abandona proyectos al borde del éxito, no busca simplemente el fracaso: obtiene una ganancia paradójica precisamente en la repetición de aquello que conscientemente deplora.


La contradicción fundamental es que este plus-de-goce opera de manera más eficaz cuando permanece invisible para el sujeto. Como el pescador que disfruta secretamente de regresar sin pesca para mantener intacto el deseo de volver, el analizante mantiene sus síntomas precisamente porque ofrecen una satisfacción que ninguna curación podría igualar. La prohibición misma crea un excedente de satisfacción que ningún objeto permitido podría proveer, convirtiendo cada renuncia en fuente invisible de goce suplementario.


El trabajo analítico no consiste en prometer liberación de este circuito paradójico, sino en revelar la economía libidinal que lo sostiene. Cuando el analizante descubre que su "problema" es simultáneamente su solución, que su síntoma es también su modo particular de goce, puede comenzar a responsabilizarse por esa satisfacción que obtiene en su propio malestar. Esta revelación no elimina automáticamente el síntoma, pero transforma radicalmente la relación del sujeto con aquello que lo hace sufrir precisamente porque, secretamente, también lo hace gozar.


Psicoterapia
60
Reservar ahora

 
 
 
  • Foto del escritor: Psicotepec
    Psicotepec
  • 23 abr
  • 2 Min. de lectura

Nuestro síntoma es nuestra obra maestra inconsciente: la solución perfectamente imperfecta al problema de existir como ser hablante en un cuerpo deseante.


ree

El síntoma no es un intruso a expulsar sino un mensaje a descifrar. A diferencia del signo médico que señala una disfunción orgánica, el síntoma psicoanalítico constituye una solución ingeniosa, un compromiso creativo entre fuerzas psíquicas en conflicto. Como una carta escrita en código que llega repetidamente a una dirección equivocada, el síntoma insiste precisamente porque contiene una verdad que el sujeto no puede leer directamente pero tampoco puede simplemente desechar. Esta formación sustitutiva no es un accidente sino una construcción meticulosa: el nudo donde el cuerpo, la palabra y el goce se entrelazan produciendo ese excedente de satisfacción que mantiene al sujeto atado a su padecimiento.


La paradoja fundamental es que el síntoma funciona simultáneamente como enfermedad y cura. Produce innegable sufrimiento mientras protege de un sufrimiento mayor que amenazaría con desintegrar al sujeto. Como el caparazón que simultáneamente restringe al organismo y lo protege de la disolución, el síntoma limita pero también preserva. Esta solución imperfecta, este parche sobre el agujero de lo real, revela precisamente lo que intenta ocultar: aquello insoportable que el sujeto no puede simbolizar directamente y que solo puede manifestarse en esta forma distorsionada y enigmática.


El analizante típicamente llega pidiendo la eliminación del síntoma sin comprender que este constituye su creación más íntima, la respuesta singular que elaboró frente al enigma de su existencia. El trabajo analítico no consiste en erradicar esta construcción subjetiva sino en descifrarla, transformando el síntoma de un sufrimiento mudo en un texto legible. "Donde ello era, yo debo advenir", no como conquista yoica sino como reconocimiento de esa verdad cifrada que el síntoma, fielmente, ha preservado a costa del confort consciente del sujeto.


Psicoterapia
60
Reservar ahora

 
 
 
bottom of page