Padres desconectados.
- Psicotepec

- 20 jul
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Padres desconectados de su cuerpo intentan criar niños integrados: la paradoja imposible de nuestra época digital.

El espejo fracturado: Padres que también perdieron su imagen corporal.
Los padres de hoy no pueden ofrecer lo que nunca recibieron. Criados durante la primera revolución digital, llegaron a la adultez con sus propias imágenes corporales fracturadas, dependientes de likes y validaciones virtuales para confirmar su existencia. Cuando cargan a sus bebés, lo hacen con manos que saben más de pantallas táctiles que de piel humana. Sus miradas, entrenadas para escanear notificaciones, luchan por sostener el tiempo lento que requiere la construcción de una escena primordial. El espejo que el bebé necesita encuentra está empañado por la propia desconexión corporal del adulto.
La paradoja es demoledora: una generación que busca desesperadamente recuperar su presencia corporal a través del mindfulness y el yoga debe, simultáneamente, transmitir a sus hijos una integración psicosomática que ellos mismos no poseen. Padres que miden sus pasos con aplicaciones, que fotografían su comida antes de saborearla, que documentan cada momento en lugar de vivirlo, intentan crear para sus bebés experiencias de presencia auténtica. Es como pretender enseñar un idioma que uno mismo habla con acento extranjero.
El marco psicoanalítico nos revela que la constitución subjetiva requiere un Otro que pueda sostener una experiencia corporal integrada. El bebé no construye su imagen corporal mirándose al espejo; la construye siendo mirado por alguien que habita su propio cuerpo con placer y naturalidad. Cuando el adulto que sostiene al niño está a su vez desconectado de su experiencia sensorial, fragmentado entre su presencia física y su atención digital, no puede ofrecer el espejo estable que el psiquismo infantil necesita.
Esta transmisión de la fragmentación opera de manera sutil pero sistemática. El padre que responde mensajes mientras amamanta no solo se distrae; está enseñando que la experiencia corporal es siempre secundaria a la comunicación virtual. La madre que fotografía cada gesto del bebé para compartirlo en redes sociales está convirtiendo la escena primordial en espectáculo para consumo de otros, vaciándola de su función estructurante. El acto más íntimo se vuelve performance, y el niño aprende que existe para ser visto por una audiencia invisible.
La clínica actual nos confronta con adultos que buscan terapia para "reconectarse con su cuerpo" al mismo tiempo que crían niños a quienes deberían transmitir esa conexión. Padres que no saben si tienen hambre porque han tercerizado esa información a aplicaciones, que no reconocen sus emociones sin emojis que las traduzcan. El analista se encuentra trabajando simultáneamente con el síntoma del niño y la fragmentación del adulto que debería sostenerlo, descubriendo que ambos habitan el mismo espejo roto.
Referencias
Levin, E. (2008). La imagen corporal sin cuerpo: angustia, motricidad e infancia. Revista Intercontinental de Psicología y Educación, 10(1), 91-112. Universidad Intercontinental.




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