Muros transparentes
- Admin
- 24 mar
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Actualizado: 24 abr
Cada muro visible oculta mil fronteras invisibles. Cada migrante rechazado confirma que lo que realmente tememos no es su presencia, sino lo que su libertad revela sobre nuestras propias jaulas.

Las fronteras existen precisamente donde más insistimos en negarlas: no entre naciones, sino en nuestra percepción del otro. El migrante no desestabiliza economías, sino certezas; no amenaza recursos, sino la ilusoria homogeneidad con que tapizamos nuestro interior. Su verdadero crimen no es cruzar líneas geográficas, sino atravesar las demarcaciones de nuestra autocomprensión.
La "libertad irrevocable" que Levinas (2002) atribuye al extranjero funciona como un espejo invertido: mientras reforzamos muros físicos, son nuestras construcciones mentales las que se derrumban. Paradójicamente, cuanto más intentamos proteger nuestra identidad colectiva del "invasor", más revelamos su carácter ficticio y frágil. El migrante expone la contingencia de los valores que creíamos universales y eternos.
Hoy día se busca desesperadamente transformar al migrante en dato estadístico, tragedia mediática o amenaza abstracta. Todo, menos reconocerlo como portador de un rostro que, en términos levinasianos, nos impone una responsabilidad ética anterior a cualquier construcción política. Los alambrados físicos son meros símbolos de fronteras más profundas que nos negamos a examinar. Referencias Levinas, E. (2002). Totalidad e infinito: Ensayo sobre la exterioridad. (A. Leyte, Trad.). Sígueme. (Trabajo original publicado en 1961).
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