Libertad sin límites.
- Psicotepec

- 20 jul
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La muerte de dios nos dejó huérfanos químicos. Buscamos en las drogas los límites que las autoridades muertas ya no pueden trazar.

Libertad sin límites, cuerpos en cadenas.
La caída de las autoridades tradicionales prometía liberarnos de opresiones milenarias, pero nos entregó a tiranías más sutiles y omnipresentes. Donde antes un padre, un dios o una ley marcaban fronteras claras—dolorosas pero navegables—ahora habitamos un desierto de posibilidades infinitas que paradójicamente nos paraliza. Sin coordenadas simbólicas que organicen el deseo, los cuerpos buscan desesperadamente en la química los límites que la cultura dejó de proporcionar.
Esta operación revela una verdad clínica devastadora: la libertad absoluta no libera sino que esclaviza de maneras más refinadas. Como niños en una juguetería infinita, la ausencia total de restricciones no produce alegría sino angustia insoportable. Los sujetos contemporáneos no celebran la caída de prohibiciones; se drogan para soportar el vértigo de un mundo donde "todo está permitido" significa que nada está verdaderamente orientado. Las sustancias funcionan como prótesis de límites que autoridades difuntas solían proporcionar.
La clínica recibe los restos de esta operación histórica: sujetos que consumen estructuras químicas porque perdieron acceso a estructuras simbólicas. Cada adicción testimonia el fracaso de un ideal, cada dosis recuerda un padre que no supo decir "no" en el momento preciso. No es casualidad que las generaciones más "libres" de la historia sean también las más medicadas: la libertad sin coordenadas produce cuerpos que necesitan químicos para soportar su propia indeterminación.




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