Las tres caras del plus-de-goce: El excedente que alimenta el deseo
- Admin
- 23 abr
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Nuestra insatisfacción no es un accidente, sino el combustible necesario. Sin ese vacío persistente, nuestro deseo se extinguiría como fuego sin oxígeno.

Desear es siempre producir un resto invisible. Cada experiencia de satisfacción genera simultáneamente su propia insatisfacción, como la sombra inseparable del objeto iluminado. El postre tan anhelado nunca sabe exactamente como imaginábamos; el amante ideal revela inevitablemente sus imperfecciones; el reconocimiento profesional se desvanece en el instante mismo de su obtención. Este residuo persistente —ni completamente dentro ni completamente fuera de la experiencia— constituye el plus-de-goce, excedente paradójico que mantiene en movimiento perpetuo la maquinaria entera del deseo humano.
La paradoja fundamental es que este "algo más" surge precisamente de una pérdida constitutiva. No perdemos el acceso a un goce originario que alguna vez poseímos; es la entrada misma en el lenguaje lo que produce retrospectivamente la ilusión de plenitud perdida. Como el espacio vacío en un rompecabezas que permite el movimiento de las piezas, el plus-de-goce no es deficiencia sino condición de posibilidad, no es fracaso del sistema sino su principio organizador, transformando cada "falta" en motor productivo del deseo.
El analizante llega habitualmente convencido de que existe algún objeto específico —persona, sustancia, logro— que contendría finalmente ese "algo más" siempre faltante. El trabajo analítico consiste precisamente en revelar que este excedente es estructural, no contingente, íntimamente ligado al objeto a como causa inalcanzable del deseo. Solo cuando el sujeto renuncia a capturar completamente su goce puede comenzar a experimentar las satisfacciones parciales no como fracasos sino como el tejido mismo de una vida deseante, liberada de la tiranía de la completud imposible.
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