La potencia de lo que falta
- Admin
- 11 ene
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La fantasía contemporánea de la completitud nos vende una mentira fundamental: que la buena vida consiste en tenerlo todo, en llenar cada vacío, en satisfacer cada necesidad. Es la ilusión de que existe un punto de llegada donde el deseo finalmente se aquieta. Pero la mente humana no funciona por necesidad como una máquina que requiere combustible; opera por deseo, ese motor perpetuo que se alimenta precisamente de lo que no tiene.
El deseo es siempre deseo de otra cosa, de lo que falta. No es una carencia que pueda ser colmada, sino una fuerza que emerge precisamente de la diferencia entre lo que tenemos y lo que queremos. Esta brecha no es un defecto a corregir sino el espacio mismo donde surge la vitalidad. El deseo pulsa, empuja, moviliza precisamente porque nunca encuentra su objeto definitivo.
La verdadera plenitud, entonces, no consiste en tenerlo todo - proyecto imposible y alienante - sino en reconocer y abrazar aquello que nos falta. Una vida plena no es una vida completa, sino una vida que sabe nombrar sus ausencias, que puede habitar sus vacíos sin desesperación, que encuentra en la falta misma la fuente de su movimiento y su sentido.
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