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La pausa revolucionaria

  • Foto del escritor: Psicotepec
    Psicotepec
  • 5 ene
  • 1 Min. de lectura

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En un mundo donde cada momento debe ser monetizado, donde la productividad se venera y la eficiencia reina suprema, el psicoanálisis emerge como un acto radical de resistencia. Propone algo casi herético en nuestra cultura acelerada: la suspensión deliberada del tiempo tal como lo conocemos. Aquí, en el espacio analítico, el tiempo no se mide por producción o ganancia, sino por el lento desenvolvimiento de la verdad psíquica. Los pensamientos apresurados y el ritmo frenético de la vida moderna son invitados a desacelerar, a encontrar un ritmo diferente.


Esta temporalidad psicoanalítica opera en directa oposición al imperativo capitalista de la producción constante. Sugiere que el cambio significativo y la comprensión auténtica emergen precisamente en aquellos momentos cuando nos atrevemos a ser "improductivos" en términos convencionales. La aparente ineficiencia de la asociación libre, el aparente desperdicio del silencio, el camino serpenteante de la exploración - todos se convierten en herramientas valiosas en la excavación de la verdad personal. En este espacio, las pausas no son tiempo vacío para ser llenado, sino terreno fértil donde algo nuevo puede emerger.


La paradoja que revela el psicoanálisis es que nuestras verdades más profundas solo pueden surgir cuando dejamos de intentar forzarlas a existir. Al crear un santuario donde el tiempo fluye de manera diferente, donde se levanta la presión por producir, permite la emergencia de algo más auténtico que lo que cualquier proceso apresurado podría generar. Este tiempo "improductivo" se convierte, irónicamente, en el espacio más productivo para descubrir la propia verdad - una verdad que no puede ser apresurada, medida o monetizada.


 
 
 

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