La jaula digital
- Admin
- 26 ene
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La esclavitud se ha vuelto elegante. Ya no necesita cadenas visibles ni amos con rostro: opera a través de algoritmos que predicen y moldean nuestros deseos, a través de pantallas que nos mantienen cautivos voluntarios. El poder ya no se ejerce desde el castigo sino desde la seducción. Cada 'like', cada 'click', cada interacción digital refuerza los barrotes invisibles de nuestra prisión confortable.
Los nuevos dispositivos de control son tan sofisticados que nos hacen creer que somos más libres que nunca. Compartimos voluntariamente cada aspecto de nuestra vida, entregamos gustosamente nuestros datos más íntimos, construimos alegremente nuestras propias cadenas digitales. La vigilancia ya no necesita espías: tenemos smartphones que hacen ese trabajo por ella.
Lo verdaderamente perverso de este sistema es que nos hace amar nuestra servidumbre. Ansiamos el próximo dispositivo que nos vigilará mejor, esperamos con impaciencia la siguiente actualización que refinará nuestro perfil de consumidor. La esclavitud moderna no solo viene con wifi incluido: viene con lista de espera y fanáticos acampando frente a las tiendas para ser los primeros en encadenarse.
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