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La herida necesaria

  • Foto del escritor: Admin
    Admin
  • 16 ene
  • 1 Min. de lectura


La vulnerabilidad no es una debilidad que podamos superar ni una condición que podamos elegir: es la estructura misma de nuestra subjetividad. Como una ciudad que ha dejado caer sus murallas, el sujeto está fundamentalmente expuesto, abierto a las heridas que vienen del encuentro con el otro. Esta apertura radical precede a cualquier decisión consciente o acto voluntario; es el modo primordial de nuestra existencia.


La fantasía contemporánea de un yo blindado, autosuficiente, es precisamente eso: una fantasía defensiva contra esta verdad fundamental. No es que seamos vulnerables por accidente o por defecto: la vulnerabilidad es la condición misma de estar vivos, de poder ser afectados, de poder sentir y relacionarnos. El yo es, en su núcleo más íntimo, una herida que no cicatriza.


Esta apertura constitutiva, esta imposibilidad de cerrarnos completamente sobre nosotros mismos, es lo que hace posible toda experiencia significativa. Solo porque somos vulnerables podemos amar, aprender, transformarnos. La verdadera fortaleza no consiste en negar esta condición, sino en habitarla conscientemente, en hacer de nuestra herida fundamental una fuente de encuentro y creación.


 
 
 

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