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Elocuencia del silencio

  • Foto del escritor: Admin
    Admin
  • 6 may
  • 1 Min. de lectura

El gesto que 'se escapa', el tic imperceptible, la respiración entrecortada: ahí reside el mensaje más auténtico. El verdadero analista no escucha palabras; descifra cuerpos.



Elocuencia del silencio


Escuchamos palabras mientras ignoramos sinfonías. Nuestros oídos, adiestrados para captar el lenguaje articulado, permanecen sordos ante el discurso más antiguo y constante: el del cuerpo. Este emisor incansable transmite sin descanso, enviando señales que rebasan cualquier censura consciente, revelando verdades que la palabra nunca confesaría.


La corporalidad constituye nuestro primer modo de existencia simbólica, anterior al habla y más honesto que ella. Paradójicamente, cuanto más intentamos silenciar al cuerpo, más elocuentes se vuelven sus manifestaciones: el síntoma físico grita lo que la boca calla. El sonrojo delata, el temblor confiesa, la tensión muscular revela las batallas internas que libramos contra nosotros mismos. Ninguna máscara social logra acallar completamente este texto viviente.


El analista contemporáneo sabe que debe desarrollar una escucha bifocal: atender simultáneamente al contenido verbal y a la narrativa corporal que lo acompaña, contradice o complementa. Cuando ambos registros divergen, el cuerpo suele portar la verdad más cercana al inconsciente. La interpretación eficaz requiere esta doble lectura, este desciframiento de un alfabeto primitivo que precede a cualquier elaboración lingüística. El silencio corporal contiene la gramática primordial del ser.




 
 
 

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