El no que salva
- Admin
- 18 ene
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La función paterna no tiene nada que ver con el padre biológico ni con los estereotipos de la paternidad tradicional. Es una operación psíquica fundamental: la introducción del 'no' que permite la vida en sociedad. Como un semáforo que nos frustra pero nos salva del caos, el padre es esa función que introduce el límite necesario, ese corte que nos arranca del goce mortífero de la completitud imaginaria.
La nostalgia contemporánea por una autoridad paterna "fuerte" revela precisamente la confusión entre el padre real y la función paterna. No necesitamos más padres autoritarios: necesitamos que opere la función del límite, esa que nos permite desear precisamente porque no todo es posible. El 'no' paterno no es una prohibición caprichosa sino la condición misma de nuestra libertad.
La paradoja es que solo podemos construir algo propio a partir de esta frustración fundamental. La ley paterna, al prohibir ciertas satisfacciones inmediatas, abre el espacio para el deseo y la creatividad. Sin este 'no' estructurante, quedaríamos atrapados en un goce sin límites que, en su exceso mismo, nos aniquilaría.
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