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El juez, el recluso y el verdugo

  • Foto del escritor: Admin
    Admin
  • 28 sept 2024
  • 1 Min. de lectura


La experiencia analítica revela tres posiciones subjetivas frente a la ley: el neurótico se constituye como tribunal sin misericordia. Con fervor religioso, se somete a mandatos autoimpuestos de imposible cumplimiento, convirtiendo su existencia en perpetua vigilancia carcelaria. La paradoja emerge cuando reconocemos que esta crueldad autoinfligida satisface precisamente aquello que pretende prohibir: un goce masoquista disfrazado de virtud moral.


La clínica del psicótico muestra otra variante: el sujeto como prisionero de una sentencia incomprensible. Recluido en una celda sin salida, busca descifrar el crimen que justifica su condena. La paradoja psicótica radica en que su aislamiento representa simultáneamente su tormento y su protección: las mismas paredes que lo aprisionan lo defienden del caos exterior.


El perverso invierte la ecuación: se autoproclama juez supremo de la sociedad. Su mirada escrutadora constituye un panóptico ambulante desde donde ejecuta sentencias imaginarias. La paradoja perversa: mientras castiga las faltas ajenas, escenifica precisamente aquello que condena.

 
 
 

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