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El espejismo del objeto

  • Foto del escritor: Admin
    Admin
  • 13 ene
  • 1 Min. de lectura


La clínica contemporánea nos confronta con un nuevo tipo de sufrimiento: el del sujeto que ha aprendido a relacionarse más con objetos que con personas. No es una elección accidental sino el producto de una época que privilegia la satisfacción inmediata del consumo por sobre la complejidad del encuentro humano. Los objetos, después de todo, no decepcionan: están ahí, disponibles, predecibles, sin la inquietante alteridad del otro.


Esta preferencia por el objeto sobre el vínculo revela una estrategia defensiva cada vez más común: ante la angustia que genera la imprevisibilidad del encuentro con otro, se opta por la seguridad del objeto de consumo. El mercado alimenta esta tendencia ofreciendo una promesa seductora: cada malestar puede ser resuelto con la adquisición correcta. El otro humano, con su irreductible diferencia, queda relegado a un segundo plano.


Pero el precio de esta elección es alto: mientras los objetos pueden calmar momentáneamente la angustia, solo el vínculo con otros puede ofrecer la posibilidad de una transformación subjetiva real. La acumulación de objetos se revela como un callejón sin salida, una promesa de satisfacción que siempre queda pendiente, mientras la capacidad misma de vincularse se atrofia bajo el peso de las posesiones.


 
 
 

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