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El espejismo de la causa

  • Foto del escritor: Admin
    Admin
  • 6 ene
  • 1 Min. de lectura

Actualizado: 13 ene



Nos aferramos a la causalidad como a un salvavidas en medio del caos de la existencia. Construimos cadenas explicativas perfectas, donde cada efecto tiene su causa clara y cada acontecimiento su razón necesaria. Es el cuento de hadas que nos contamos para dormir tranquilos, la ilusión de que todo tiene una explicación si miramos con suficiente atención.


Pero entre la causa y el efecto se abre siempre un abismo inexplorable, una falta que ninguna explicación logra colmar. No importa cuánto refinemos nuestras teorías o cuánto profundicemos en nuestros análisis: siempre queda ese espacio misterioso, ese salto lógico que ninguna causalidad puede explicar. Es el punto ciego de nuestros sistemas explicativos, el lugar donde la razón tropieza consigo misma.


Esta falta no es un defecto de nuestro entendimiento, sino la marca de lo real que insiste en escapar a nuestras redes causales. Es el recordatorio de que hay algo en la existencia que resiste obstinadamente a ser capturado por nuestras explicaciones, que se burla de nuestros intentos de domesticar el misterio con cadenas de causa y efecto.


 
 
 

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