El cuerpo que olvida
- Admin
- 13 ene
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La búsqueda del adicto no es simplemente la del placer químico: es el intento desesperado de construir un nuevo cuerpo, uno que no cargue con las marcas de su historia. La sustancia promete algo seductor: la posibilidad de habitar, aunque sea temporalmente, un cuerpo sin memoria, sin cicatrices psíquicas, sin el peso de los traumas inscritos en la carne. Es la fantasía de un reinicio perpetuo, donde cada dosis ofrece la ilusión de un cuerpo virgen.
Este nuevo cuerpo químico se presenta como una alternativa al cuerpo histórico, ese que duele, que recuerda, que porta las inscripciones de cada encuentro y desencuentro con el Otro. La sustancia viene a cumplir una función paradójica: crear un cuerpo que no sienta, para no sentir el dolor de tener un cuerpo. Es un intento de borrar no solo la memoria psíquica, sino la memoria corporal misma, esa que habita en cada célula, en cada nervio, en cada terminación sensorial.
Pero este proyecto está destinado al fracaso: el cuerpo sin historia es una ficción química que debe ser renovada constantemente. Cada despertar del efecto de la sustancia es un retorno brutal al cuerpo real, ese que insiste en recordar, en sentir, en doler. La adicción se revela así como un círculo vicioso donde cada intento de escape del cuerpo histórico solo profundiza las marcas que se intentan borrar.
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