El contrabandista interior
- Admin
- 26 feb
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Todos llevamos un contrabandista en nuestro interior que transporta mercancías prohibidas entre la expectativa y la decepción. Lo vemos operar en cada relación fallida, en cada objeto que pierde su brillo al poseerlo, en cada logro que se vuelve insuficiente apenas alcanzado. Cruzamos fronteras psíquicas cargando promesas de satisfacción que se desvanecen al tocarlas, convencidos de que la próxima vez será diferente.
La paradoja es que nuestro contrabandista existe precisamente porque nuestra aduana interior finge no verlo. Justo cuando obtenemos lo deseado, activamos el mecanismo secreto que anula su valor. El smartphone nuevo, la pareja conseguida, el ascenso laboral: todos revelan su impostura al ser poseídos. Y sin embargo, seguimos repitiendo el ciclo, fingiendo sorpresa ante cada nueva decepción.
La experiencia analítica revela que este tráfico fronterizo no es un defecto a corregir sino la estructura misma del deseo. Reconocer al contrabandista no implica detenerlo, sino establecer otro pacto con él: uno donde la mercancía ya no prometa completitud imposible, sino fragmentos asumidos de un goce necesariamente parcial. Solo entonces podemos habitar la frontera sin la angustia de cruzarla.
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