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Botánicos del escape.

  • Foto del escritor: Psicotepec
    Psicotepec
  • 20 jul
  • 1 Min. de lectura

Transformamos cada brote en laboratorio de escape. Las drogas no nos alejan de la humanidad; nos revelan su peso insoportable.


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Botánicos del escape.


La universalidad del consumo psicoactivo revela una verdad incómoda: somos la única especie que sistemáticamente busca huir de su propia conciencia. Mientras otros animales usan plantas para curarse, nosotros las convertimos en portales hacia estados alterados. Esta constante antropológica desmiente el discurso contemporáneo que patologiza lo que en realidad es constitutivo: necesitamos químicos porque el lenguaje nos volvió inadaptados a nuestro propio cuerpo.


El fenómeno trasciende geografías y culturas con una consistencia que debería alarmarnos. Del opio asiático al peyote americano, de la ayahuasca amazónica al cannabis mediterráneo, cada civilización desarrolló su farmacia particular. No es casualidad sino necesidad estructural: el ser hablante requiere vacaciones de su propia humanidad. Las drogas no son desviación sino confesión colectiva de que existir conscientemente es insoportable sin intervalos químicos.


Solo en territorios donde la naturaleza no ofrece nada que fermentar, inhalar o masticar, encontramos sociedades sin tradiciones psicoactivas. Esta excepción confirma la regla: donde hay vida vegetal disponible, alguien ya experimentó cómo transformarla en escape temporal. No somos adictos por patología sino por condición: químicos naturales en busca de alteraciones que nos devuelvan momentáneamente la paz pre-simbólica perdida.


Psicoterapia
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