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Hacia el bien común

  • Foto del escritor: Admin
    Admin
  • 28 sept 2024
  • 1 Min. de lectura

Actualizado: 25 feb



La experiencia psicoanalítica revela una verdad fundamental: el inconsciente no reconoce la división entre lo individual y lo colectivo. Mientras el analizante navega las aguas turbias de su historia personal, descubre corrientes más profundas que lo conectan al océano social. Este hallazgo no es accidental: es el momento en que la cura trasciende la mera adaptación para convertirse en transformación auténtica. El consultorio se revela como un microcosmos del mundo exterior.


La neurosis privada siempre contiene huellas de malestares colectivos: cada síntoma personal es también un nudo en la trama social. El sujeto que inicialmente busca alivio individual encuentra un desafío mayor: reconocer su participación en la construcción del mundo compartido. Esta comprensión no es cómoda: implica abandonar la ilusión de autonomía absoluta que tanto valoramos.


La verdadera cura analítica produce un giro ético inevitable: el surgimiento de la responsabilidad por el Otro. El paciente curado no está simplemente libre de síntomas: está despierto a las interconexiones. La soledad neurótica cede ante el reconocimiento del archipiélago humano. Es precisamente en esta apertura donde florece lo más valioso.


 
 
 

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