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La primera confusión

  • Foto del escritor: Admin
    Admin
  • 18 ene
  • 1 Min. de lectura


El malentendido no es un accidente en la comunicación humana: es su punto de partida. Ya en ese primer llanto del bebé, antes de cualquier palabra, se instala la confusión fundamental: la madre escucha "hambre" donde quizás había angustia, "sueño" donde tal vez había soledad. No es un error de traducción: es el modo mismo en que nos volvemos humanos, atravesados por las interpretaciones del Otro.


Esta "mala lectura" original no tiene solución ni marcha atrás. Es el precio de entrada al mundo del lenguaje y la cultura. Cada interpretación materna es un acto de amor que, paradójicamente, nos aleja un poco más de esa experiencia original que intentábamos comunicar. El llanto puro se convierte en demanda, el grito en pedido, la angustia en necesidad.


La comunicación es alienante desde el comienzo de la vida. Cuando el infante llora, la madre inmediatamente interpreta el llanto en términos simbólicos.

Lo fascinante es que esta confusión necesaria es la que nos permite existir como sujetos. No hay comunicación perfecta, no hay traducción exacta de lo que queremos decir. Cada intento de hacernos entender es un nuevo malentendido, una nueva versión de esa primera vez en que alguien interpretó nuestro llanto y, al hacerlo, nos dio un lugar en el mundo.


 
 
 

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