La poética de la falta
- Admin
- 6 ene
- 1 Min. de lectura

La lengua nos ofrece un abanico de palabras para nombrar aquello que nos constituye: hiato, brecha, vacío, hueco. No es casualidad que existan tantas formas de señalar la ausencia. Cada una de estas palabras ilumina un aspecto diferente de esa falta fundamental que nos atraviesa, como si el lenguaje mismo intentara rodear, una y otra vez, esta verdad central de nuestra condición: somos seres marcados por la incompletitud.
La hiancia no es un accidente en nuestra estructura, un defecto que debamos corregir. Es el espacio mismo donde surge la posibilidad del deseo, del movimiento, del cambio. En la distancia entre lo que somos y lo que creemos ser, en la separación entre el decir y lo dicho, en el intervalo entre un momento y otro, se abre el campo donde la subjetividad puede desplegarse. La pausa no es una interrupción del sentido, sino su condición de posibilidad.
Estas palabras, en su aparente negatividad, nos revelan algo fundamental: la falta no es el enemigo a vencer, sino el espacio vital que nos permite existir como sujetos deseantes. El hueco en nuestro ser no está para ser llenado, sino para ser habitado. Es en este vacío constitutivo donde reside nuestra potencia más radical, nuestra capacidad de devenir algo más que lo que ya somos.
Comments