La ilusión del conocimiento
- Admin
- 6 ene
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Nos aferramos al conocimiento como quien se aferra a un espejo: nos devuelve una imagen completa, coherente, sin fisuras. El conocimiento es tranquilizador precisamente porque nos promete un mundo ordenado y comprensible, donde cada pieza encaja perfectamente con las demás. Es el reino de lo imaginario, donde la completud parece posible y las contradicciones pueden ser resueltas. Por eso proliferan los libros de autoayuda y los gurúes que prometen explicarlo todo.
El saber, en cambio, opera en otra lógica. No viene a completarnos sino a revelarnos nuestra fragmentación constitutiva. Es del orden simbólico: nos enfrenta con las grietas de nuestra existencia, con las inconsistencias que nos habitan, con esa verdad incómoda que ningún conocimiento puede suturar. El saber analítico no busca cerrar heridas sino mostrarnos que esas heridas son parte de lo que somos.
La diferencia es radical: mientras el conocimiento nos promete un refugio contra la angustia de la incompletud, el saber nos invita a habitar esa incompletud como nuestra verdad más íntima. No es un saber que se acumula, sino que se revela; no es algo que se aprende, sino algo que nos atraviesa y nos transforma, precisamente porque nos muestra que nunca fuimos ni seremos ese ser completo que imaginábamos.
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