top of page

$: La escisión fundacional del ser hablante

  • Foto del escritor: Admin
    Admin
  • 23 abr
  • 1 Min. de lectura

Nuestra división no es temporal, sino constitutiva. No somos quienes habitan detrás de la fractura, sino precisamente la fractura misma haciéndose carne.



Nunca somos uno sino dos que nunca se encuentran. La barra que atraviesa al sujeto en la notación lacaniana no representa un accidente sino nuestra condición constitutiva. Como una fotografía que nunca captura exactamente el momento que pretende inmortalizar, existimos en perpetuo desajuste con nosotros mismos. Esta división no es patológica –no existe un estado previo de completud– sino estructural: nacemos completos como organismos pero llegamos al mundo divididos como sujetos, escindidos entre lo que creemos ser y lo que desconocemos de nosotros mismos.


La paradoja esencial radica en que esta escisión produce simultáneamente nuestro malestar y nuestra potencia creadora. Precisamente porque algo en nosotros permanece inaccesible a la conciencia, podemos desear, soñar, crear. La unidad perfecta sería la muerte subjetiva; la división incesante garantiza nuestra vitalidad psíquica. Como la grieta que permite a la semilla germinar rompiendo su cáscara, nuestra fractura interna no es defecto sino condición de posibilidad, no es carencia sino exceso que desborda toda identidad estable.


El analizante típicamente llega a consulta buscando sellar esta grieta constitutiva: "quiero entenderme completamente", "necesito controlar mis impulsos". El trabajo analítico consiste precisamente en revelar que este anhelo de unidad representa la fantasía más alienante. No se trata de eliminar la barra que nos divide sino de habitarla como espacio de creación, reconociendo que nuestra verdad más íntima no reside en ninguna esencia recuperable sino en el movimiento mismo que surge de esta escisión ineliminable entre lo que decimos ser y lo que somos sin saberlo.



 
 
 

Comments

Rated 0 out of 5 stars.
No ratings yet

Add a rating
bottom of page