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$: La división irreparable como condición humana

  • Foto del escritor: Admin
    Admin
  • 23 abr
  • 1 Min. de lectura

Nuestro "verdadero yo" es la ficción más elaborada que hemos construido. Lo auténtico no es lo que permanece intacto, sino nuestra división irreparable.



Estamos exiliados de nosotros mismos desde el primer llanto. La barra que atraviesa al sujeto ($) señala esta herida original: nunca coincidimos con nuestra imagen, jamás habitamos plenamente nuestras palabras. Como un espejo roto que refleja fragmentos inconexos, nuestra conciencia captura destellos parciales de un ser que se escabulle constantemente. No somos víctimas de una división accidental sino productos de esta fractura constitutiva. Antes de la grieta no hay sujeto alguno, sólo la ilusión retrospectiva de una completud que nunca existió.


La paradoja esencial reside en que buscamos desesperadamente curar una herida que nos constituye. Cada intento de integración, cada fantasía de autenticidad, cada promesa de plenitud, profundiza precisamente la división que pretende resolver. Como el náufrago que bebe agua de mar para calmar su sed, cada sorbo de supuesta completud intensifica nuestra fragmentación. La neurosis misma es este circuito infernal donde intentamos resolver con más división la angustia de estar divididos.


El analizante inicia su recorrido buscando la pieza que completaría el rompecabezas de su identidad. "Solo quiero ser yo mismo", suplica, sin sospechar que ese "yo mismo" es precisamente lo que no existe. El trabajo analítico consiste en acompañar el doloroso descubrimiento de que no hay sujeto tras la barra, sino que somos exactamente esa barra, esa tensión irresoluble entre consciente e inconsciente. Solo habitando lúcidamente esta división podemos transformar la neurosis mortificante en deseo vivificante.




 
 
 

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