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Beber en el pozo ajeno

  • Foto del escritor: Admin
    Admin
  • 2 may 2022
  • 1 Min. de lectura

Actualizado: 22 abr



La experiencia cultural revela un patrón inquietante: no podemos penetrar lo ajeno sin desnudarnos primero. El sujeto occidental aborda frecuentemente otras tradiciones desde la posición del conquistador-observador, catalogando diferencias mientras mantiene intacta su propia estructura de percepción. La verdadera aproximación cultural exige un desaprendizaje: descalzarse—literal y metafóricamente—para sentir terreno que no nos pertenece.


La observación clínica muestra que la resistencia al encuentro auténtico proviene del temor a la disolución identitaria. Pedimos agua del pozo ajeno pero tememos su capacidad transformadora; queremos probar sin ser modificados por el sabor. La paradoja cultural aparece cuando deseamos conocer sin ser conocidos, entender sin ser entendidos: un intercambio imposible que reproduce estructuras coloniales bajo apariencias cosmopolitas.


El síntoma contemporáneo se manifiesta como turismo cultural: consumimos diferencias mientras mantenemos intacta nuestra posición de observadores. La verdadera inserción exige vulnerabilidad recíproca: estar dispuestos a ser cuestionados por lo que pretendíamos cuestionar.


 
 
 

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