El vacío compartido
- Admin
- 26 feb
- 1 Min. de lectura
Actualizado: 24 mar

El amor nos coloca en una posición imposible: ofrecemos precisamente aquello de lo que carecemos a quien no solicita tal ofrenda. Extendemos nuestras manos vacías con la promesa de plenitud, mientras el otro, también habitando su propio vacío, no reconoce lo que intentamos entregar. Esta contradicción fundamental constituye la esencia misma del encuentro amoroso, donde dos ausencias intentan complementarse sin jamás lograrlo completamente.
Paradójicamente, es este intercambio de carencias lo que sostiene el vínculo. Como dos ciegos describiendo un color que ninguno ha visto, construimos juntos una ficción necesaria. El amor persiste no a pesar de esta imposibilidad, sino gracias a ella; su potencia reside precisamente en la tensión irresoluble entre lo que buscamos y lo que podemos realmente obtener, entre la fantasía de completitud y la realidad del desencuentro.
La experiencia analítica nos revela que esta economía del vacío compartido es quizás el único espacio posible para el amor genuino. No es en la satisfacción plena donde el amor encuentra su morada, sino en el reconocimiento mutuo de nuestras faltas. Al abrazar esta condición, descubrimos que amar no es poseer ni completar, sino acompañar al otro en la danza perpetua entre deseo y ausencia, entre hambre y donación.
Comments