El miedo al vacío digital
- Admin
- 4 ene
- 1 Min. de lectura

En la era de la conectividad perpetua, hemos desarrollado una fobia colectiva al silencio. Las pausas, esos espacios vitales donde tradicionalmente germinaba el pensamiento y florecía la reflexión, ahora son percibidas como vacíos amenazantes que deben ser llenados inmediatamente con el ruido digital. Cada momento de potencial soledad es rápidamente ocupado por el desplazamiento infinito de pantallas, el zumbido constante de notificaciones, la compulsión por mantenernos conectados.
Esta saturación permanente de estímulos ha erosionado nuestra capacidad de experimentar la ausencia como algo significativo. La distancia, ese elemento esencial que permite que nazca el deseo y se cultive la nostalgia, ha sido abolida por la ilusión de presencia constante que ofrecen las redes sociales. Ya no hay tiempo para que se desarrolle el anhelo, para que la separación física se transforme en ese dulce dolor del extrañar que enriquece nuestros vínculos.
En nuestra prisa por eliminar todo espacio vacío, hemos perdido algo fundamental: la capacidad de procesar nuestras experiencias, de metabolizar nuestras emociones. Sin pausas, sin silencios, sin ausencias, nuestras relaciones se vuelven superficiales, carentes de la profundidad que solo puede surgir cuando permitimos que exista un espacio entre nosotros. La paradoja es que, en nuestro intento de estar siempre conectados, nos volvemos cada vez más incapaces de conectar verdaderamente.
Comments