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El grito orgánico: La Necesidad (1/5)

  • Foto del escritor: Admin
    Admin
  • 23 abr
  • 2 Min. de lectura


La necesidad es el primer tirano que conocemos; déspota orgánico que exige sin palabras y no acepta negociaciones. Pura biología sin metáforas.


Antes de que existamos como sujetos, el cuerpo ya habla. Hambre, sed, frío – estas primeras embajadoras de lo orgánico golpean la puerta de la consciencia sin pedir permiso ni presentar credenciales simbólicas. Como tormentas que aparecen en un cielo sin meteorólogos, estas tensiones corporales exigen resolución inmediata, ajenas a cualquier negociación o aplazamiento. El infante no interpreta su hambre, la padece; no comprende su malestar, lo sufre en la inmediatez de un presente sin historia. La necesidad es puro imperativo biológico que ordena sin palabras, dictadura orgánica que gobierna antes de que exista lenguaje para nombrar su régimen.


La paradoja esencial de la necesidad radica en su contradicción constitutiva: lo más íntimamente nuestro requiere intervención externa para calmarse. El cuerpo grita por un objeto que no puede representar ni buscar, atrapado entre la urgencia de una tensión inescapable y la incapacidad radical de resolverla. Como náufragos arrojados a costas desconocidas sin mapa ni brújula, nuestros primeros displaceres nos confrontan con una dependencia absoluta que precede a cualquier noción de identidad. Lo más propio – el hambre que sentimos, la sed que nos aqueja – depende completamente de lo más ajeno: ese otro aún no reconocido como separado pero indispensable para la supervivencia.


El marco teórico psicoanalítico distingue cuidadosamente esta necesidad primordial de sus posteriores transformaciones. La necesidad pura se caracteriza por tres elementos fundamentales: su carácter exclusivamente orgánico, la ausencia de representación psíquica del objeto que podría satisfacerla, y la inmediatez con que se resuelve una vez proporcionado dicho objeto. Como la llave que encaja perfectamente en su cerradura, el alimento cancela momentáneamente la tensión del hambre sin dejar residuos psíquicos inmediatos. Este encuentro primitivo entre necesidad y satisfacción ocurre en un territorio presimbólico, donde aún no existe distancia entre sensación y alivio, entre hambre y saciedad.


Esta necesidad pura constituye el sustrato biológico sobre el cual se edificarán posteriormente las complejas arquitecturas del deseo y la demanda. Sin embargo, su pureza está destinada a desvanecerse tras la primera experiencia de satisfacción. La huella mnésica que deja este encuentro inaugural entre el organismo y su objeto satisfactor transforma para siempre la naturaleza de la necesidad. Lo que era inmediatez biológica se convierte en mediación psíquica; lo que era tensión orgánica se transforma en representación; lo que era encuentro directo con el objeto se convierte en búsqueda orientada por imágenes mentales. La necesidad, en su manifestación más depurada, solo existe una vez: en ese primer encuentro donde el objeto aparece sin ser buscado ni representado.


La experiencia clínica confirma constantemente esta fugacidad de la necesidad pura. El analizante adulto jamás puede acceder directamente a ella; solo la reconstruimos teóricamente como ese tiempo mítico anterior a la simbolización. Lo que encontramos en consulta son siempre necesidades ya contaminadas por representaciones, deseos articulados en demandas, exigencias orgánicas recubiertas por capas de significación. El sujeto contemporáneo ha perdido para siempre el acceso a esa experiencia de necesidad pura, sustituida ahora por complejas formaciones donde lo orgánico y lo simbólico se entrelazan inextricablemente, como raíces y tierra en un jardín centenario.


References


Dor, J. (1985). Introducción a la lectura de Lacan: El inconsciente estructurado como un lenguaje. Gedisa.



 
 
 

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